Narración de Pablo Guerrero
Miguel ha de cumplir 20 años, veinte otoños como perito en lunas. Es poeta y pastor. Poeta de cabras y pastor de sueños. Orihuela acoge su lamento en la extensión de sus campos. El gorrión y la retama saben que su voz es honda y sentida, va untada de ayeres y tequieros, de mitos y poetas, de versos que lee a la sombra de una higuera vetusta y polvorienta, de versos que escribe bajo la palma amiga.
En la huerta, a 6 de febrero de 1930, Miguel contempla la vida incolora y vana. La pobre Juanica ha muerto en toda su hermosura, con la penitencia de toda su juventud hecha pedazos y su bravura hecha rosa derramada. Se la llevan por la senda, cuerpo yerto, camino del camposanto, entre espesuras blancas de azahares. Por la senda se la llevan bajo la oscura mañana. Y al verla muerta, mustia la palma de la palmera, pálido el cielo, sin luz la huerta, los pájaros vuelan de pena en pena, tristeza alada, mientras siente el poeta rota su alma.