Narración de Vicente Camps
Pero ahora pido silencio, un ramo, un trozo largo de silencio para escuchar ese tren que zarpa a la capital, camino de Madrid entre un escándalo de hierros y de polvo. Estamos en 1931, hoy es 30 de octubre y un joven poeta, adolescente aún, parte en busca de la gloria. En la estación de Orihuela se quedan sus amigos: Carlos Fenoll, Poveda, Ramón Sijé... Le despiden, le abrazan. Su aventura es demasiado ancha para un cuerpo tan breve, demasiado estrecha para un corazón tan inmenso. Aquel mundo provinciano es insano y caduco para su alta inteligencia y él busca la poesía en los altos andamios, no en las hojas trasnochadas y amarillas de un periódico local.
Madrid le espera. Mundo acelerado. Prisa de nubes y tranvías. Esperanza con sabor a poema, a auto sacramental, a amigos nuevos en la redacción de Cruz y Raya. Neruda ya. El cónsul de Chile. El poeta de Residencia en la tierra, el de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada... Oh canción desesperada de Miguel queriendo ser oído, escuchado por todos.
Orihuela y el regreso. Josefina y el amor. Hija de un guardia civil, morena de altas torres, costurera lejana y dura “No me gusta que hagas versos Miguel. Los hombres se hacen en la tierra, en la cruz de un arado, en las piedras de una casa” Muchacha casta y sencilla, distante siempre para el amor, negada al beso, censora del abrazo... ¿Será esto el amor? ¿De qué color pintarán tu vida, tu casa, Miguel?