El regreso
Marcos Mundstock: Parece mentira, Carlitos, estamos volviendo
Ernesto Acher: Volviendo estamos, Carlitos, mentira parece
Marcos Mundstock: Estamos volviendo después de veinte años, veinte largos años
Ernesto Acher: Tenés razón Carlitos, fueron veinte años muy largos. De trece, catorce meses
Marcos Mundstock: Aunque pensándolo bien Carlitos, ¿qué son veinte años?
Ernesto Acher: Son doscientos cuarenta meses
Marcos Mundstock: Gracias Carlitos
Ernesto Acher: De nada Carlitos
Marcos Mundstock: Pero ahora estamos volviendo
Ernesto Acher: Sí Carlitos, volviendo al lugar que nunca debimos haber dejado
Marcos Mundstock: Vuelvo
Ernesto Acher: Vuelvo
Marcos Mundstock: Con el corazón herido
Ernesto Acher: Por los errores de ayer
Marcos Mundstock: Pienso
Ernesto Acher: Pienso
Marcos Mundstock: Que si no me hubiera ido
Ernesto Acher: Ciudad de mi querer
Acher y Mundstock: Que si no me hubiera ido, hoy no podría volver
Marcos Mundstock: Carlitos, pensar que hace veinte años me fui sin decir adiós
Ernesto Acher: ¿No te despediste?
Marcos Mundstock: Sí me despedí, pero no dije adiós, dije: "au revoir". Cuando me despedí, ella se estaba haciendo las trenzas... ¿cómo estará ahora?
Ernesto Acher: Y... ya habrá terminado
Marcos Mundstock: Criollita linda, Margarita, muchacha de los ojazos negros... ¡cómo las quise a las tres!
Ernesto Acher: Carlitos, vos siempre fuiste un seductor experto, un amante avezado
Marcos Mundstock: Sí, avezado. A veces sí, a veces no. Por ejemplo ¿te acordás de Azucena?
Ernesto Acher: ¿Azucena? La conocí, pero nunca la traté
Marcos Mundstock: Yo traté pero no pude. Lo que pasa Carlitos, es que las mujeres solo nos causan dolor.
Ernesto Acher: Tenés razón Carlitos, yo vivo penando desde que falleció mi tercera esposa y me quedé solo... con dos.
Marcos Mundstock: Cuánto lo siento hermano. ¡Mirá Carlitos, mirá! Mirá la extraña fascinación que parece surgir de las estrellas
Ernesto Acher: Es cierto Carlitos, anoche después de cenar me vine solo a cubierta y estuve toda la noche escrutando el cielo
Marcos Mundstock: ¿Algo que comiste?
Ernesto Acher: Te estoy hablando de mis ansias, mi deseo... deseo de volver
Marcos Mundstock: ¡Y... algo que comiste!
Ernesto Acher: Tenés razón Carlitos, el cielo es fascinante, es un espectáculo inenarrable
Marcos Mundstock: Vos los has dicho, Carlitos, inenarrable. Carlitos, ¿qué quiere decir inenarrable?
Ernesto Acher: Es algo difícil de describir con palabras
Marcos Mundstock: Pero aunque sea intentalo
Ernesto Acher: Es algo difícil de describir con palabras
Marcos Mundstock: Pero aunque sea intentalo
Ernesto Acher: Es algo difícil de ...
Marcos Mundstock: ¡Ahhh!, que es algo difícil de describir con palabras
Ernesto Acher: Pero aunque sea intentalo
Marcos Mundstock: Mirá Carlitos, mirá. Mirá cómo brilla el mar, cómo se refleja la luna...
Ernesto Acher: Cómo nos sigue la estela...
Marcos Mundstock: Esa mina sí que te quiere... ¡Pobre Estela!
Ernesto Acher: ¡Pobre!
Marcos Mundstock: Pobre Estela, y pensar que vos la abandonaste como nada
Ernesto Acher: Tenés razón, Carlitos, ¡cómo nada!
Marcos Mundstock: Carlitos perdoname que te lo diga, pero ya que estabamos hablando de abandonos, vos también la abandonaste a Beatriz
Ernesto Acher: ¡Beatriz! Cuando me fui me dijo: "Quiero que te lleves este prendedor de recuerdo y yo misma te lo prenderé en la solapa". Quise decirle que yo llevaba puesta solo la camiseta... ¡Nunca lloré tanto en una despedida!
Miré tu prendedor y emocionado
solo rogué que estuviera desinfectado.
Me fui con tu recuerdo clavado en mí. Beatriz,
tu recuerdo me ha dejado una cicatriz.
Marcos Mundstock: Carlitos... y ¿te acordás de Encarnación?
Ernesto Acher: Uhhhh!
Marcos Mundstock: Encarnación... ¡qué fea que era! Era la encarnación de lo feo.
Nunca nadie le dijo "te quiero",
nunca nadie se le declaró,
¡pobre Encarnación!
Salvo aquella tarde de enero
que se le declaró... el sarampión.
Ernesto Acher: Parece mentira Carlitos, ¿pensaste alguna vez qué mala suerte hemos tenido con las mujeres?
Marcos Mundstock: Sí Carlitos, lo que pasa es que salvo la vieja de uno son todas unas ingratas. Uno les da su amor y ellas te pagan mal.
Ernesto Acher: Algunas hasta se van sin pagar.
Marcos Mundstock: Es que nosotros somos unos blandos, Carlitos, unos blandos. Yo por ejemplo, no puedo ver llorar a una mujer... sin pegarle antes. Y somos muy hombres, somos muy hombres, y es muy difícil conjugar el ser muy hombre con la tolerancia.
Ernesto Acher: No Carlitos, no es difícil conjugarlo: yo soy muy hombre con la tolerancia, tú eres muy hombre con la tolerancia, él es muy hombre con la tolerancia...
Marcos Mundstock: Tenés razón Carlitos, jamás lo había pensado. Carlitos, ahora que estamos regresando deberíamos olvidarnos de las mujeres, deberíamos tratar de vivir de otra cosa. Podríamos tratar de vivir del tango, por ejemplo.
Ernesto Acher: Por ejemplo... yo llevo mil tangos en el alma.
Marcos Mundstock: ¿Y por qué no los escribís?
Ernesto Acher: Porque son horribles
Marcos Mundstock: Carlitos, vos ibas a escribir el tango del plomero.
Ernesto Acher:
El plomero fue al trabajo muy temprano,
vió el caño que perdía y se acercó.
Sereno, tomó el soldador en sus manos
y... ¡sol - dó!
Marcos Mundstock: ¡Tenías razón Carlitos, tenías razón... es horrible!
Ernesto Acher: Soy un fracasado
Marcos Mundstock: No digas eso Carlitos...
Ernesto Acher: Soy un fracasado
Marcos Mundstock: ¡No digas eso Carlitos!
Ernesto Acher: Soy un fracasado
Marcos Mundstock: Bueno, decilo...
Ernesto Acher: Pensar que en mis épocas de esplendor llegué a tener tres vuitures, veinticinco trajes, ochenta camisas...
Marcos Mundstock: Te queda la vieja, Carlitos...
Ernesto Acher: Sí, pero está muy gastada.
Marcos Mundstock: No, Carlitos, no me has comprendido, no me has... comprendido. Me refiero a tu santa madrecita.
Ernesto Acher: Disculpame hermano, no te había entendido. ¿Sabés lo que pasa? Tengo muchos problemas y no sé si puedo contar con vos.
Marcos Mundstock: Contá conmigo Carlitos
Acher y Mundstock: Un problema, dos problemas, tres problemas...
Ernesto Acher: Gracias hermano, gracias
Marcos Mundstock: ¡Carlitos!
Ernesto Acher:¿Sí?
Marcos Mundstock: ¡Ya se divisan las luces del puerto!
Ernesto Acher: ¡Estamos llegando, hermano! Llegando a la única ciudad que nunca debimos haber abandonado.
Marcos Mundstock:
Volver, volver a verte, ciudad de mi querer,
volver a recorrerte sin odios ni desaires
Ernesto Acher:
Volver a ver el brillo de aquel viejo farol,
gozar desde el altillo tus calles y tus aires
Marcos Mundstock: Vuelvo
Ernesto Acher: Vuelvo
Marcos Mundstock: Después de tanta ansiedad
Ernesto Acher: Después de tanto desliz
Marcos Mundstock: Vuelvo
Ernesto Acher: Vuelvo
Marcos Mundstock: A la única ciudad
Ernesto Acher: Donde siempre fui feliz
Ernesto Acher y Marcos Mundstock:
Vuelvo, vuelvo,
estoy volviendo a París.