Eso Que Llaman Estar Enamorado
Eso que llaman estar enamorado le toca al que le toca. El más prudente puede quedar atrapado de cuatro patas. Más de un científico lo ha catalogado como una enfermedad que se cura en contacto con la realidad de cada día. Los árboles tapan el bosque, pero es tan bonito que parece mentira. Siempre es la primera vez y siempre deja herida. Quien lo sufre da por sentado que como aquella morena no hay otra igual, sin haberlas probado una por una. Afirmarán, con ojos de cordero, que como aquella rubia no hay otra igual, sin haber salido de Zaragoza. Se van perdiendo las proporciones. Sólo hay un tema de conversación. Se confunden las ilusiones con el culo. Y viceversa. Eso que convierte al feroz en calzonazos y al viejo en criatura tiene síntomas muy parecidos al ataque de locura. Se atiborra la cabeza. Se reblandece el corazón. Del infierno al nirvana. Pero tiene una cosa, quizá, a su favor: no se contagia. Para que puede prosperar no es suficiente con una pareja. Enamorados tienen que estarlo ella de él y él de ella. Lo perseguimos y nos persigue, porque de vez en cuando funciona. Es un instante, pero este instante, sólo este rato, es una traca que revienta en el pecho. Es llenar la eternidad. Es hablar con Dios.
Atrapar el infinito. Eso que llaman estar enamorado.