Estadía en la Casa de las Araňas
Desde la abadía nocturna donde el mar sueña con sus espejos, un pájaro armónico degüella sus secretos. Canta en torno a la mascarada nocturna y vagan sus esmeraldas oculares como toros bravíos de la estepa.
El otoño absuelto salpica con sus engranajes de hierro y en el interno jardín se festeja la plenamar de un sufrido aliento a silencio.
Oigo el testicular campaneo de las flores, el membrillar del sol que se atasca, los dedos silenos en la guitarra de algún príncipe heraldo de las nubes, tediosa criatura fluida de cabellos negros, averiados por los hielos que se descuelgan de este archipiélago de furias donde me ha tocado llegar.
Hay un temperamento en el espacio que se confunde con el girar milagroso de los astros con el sonido azul de la bordona que me atraviesa como a un péndulo adherido. Oh triste vida que desatas uno a uno los nudos de la infancia! Cuánto hay que caminarte, cuánto hay que recorrerte en este hogar nativo del espanto! Cómo se distiende el cuerpo de los helechos! Cómo la juventud que prende en la tierra sus fueros suicidas, se descalza para bailotear sobre los huesos amarillos de la vejez!
En este jardín de la casa de las arañas, humea un relámpago de nervios y la cuerda mítica del guitarrón sigue acompañando la caminata del príncipe por el espacio. Veintitrés años y una torre donde refugiarse de los noventa, edad en que uno es uno y vejez Por eso es que al atardecer dejo abandonar este cuerpo mío, desgarrado, para que las arañas empollen bajo el viento facular, sus críos fantasmas y caravanos.
Los años pasan y el absurdo queda. Remontan en parte los juegos amables de la inocencia y un pan creacional, fuerte como el nervio de la miseria se hunde en la tormenta de mi estar en camino
Oigo entonces un paso en el vivir humano y me hago todo asombro y huesos, y voy, como el esqueleto labrador a punzar las lápidas de los pájaros errantes. Los años pasan y el absurdo queda.
Desde aquí observo la Luna y me pregunto que hace la Luna Sin Verne.
Desde aquí observo la Tierra y me pregunto que hace el hombre sin su pregunta, sin su amor constante, sin su martillo de fuerza expresiva Y me siento gigante y efímero al mismo tiempo. Y quiero, deseo serlo todo en el mundo y mis brazos extendidos, no llegan nada más que hasta ahí Y observando el extremo de mis dedos comprendo que el mundo se expande , se intuye dentro mío, y que el uno es el otro, y que ambos somos una nada incontrolable.
Pero es asombroso quien maneja los hilos inmensos de la vida, es el fervor profundo con que nos aferramos al anfitrión minuto de goce, es la marcha de nuestros sinfines estallidos los que nos permiten ser hijos naturales del pecho lúcido Oigo entonces un sueño gozando de nuestros montes perfumados, oigo el latido de mi pelvis anunciando el graznido de la madre, y otra vez me echo aquí, en este jardín de las arañas, para bifurcar somnoliento, el fuego que se esparce por las vértebras libertarias y un ángel de lo imposible se acurruca en mis oídos para anunciarme una y mil veces, Los años pasan, el absurdo queda!